6.17.2020

BESOS BESADOS POR EL SOL

Hoy hace sol. Hace calor y estoy en pantalón corto. Algo que no debería parecerme extraño porque dentro de una semana es verano. Pero todos los pronósticos amenazaban mucha lluvia, durante toda la semana. 

Ahora solo espero que, no porque hoy haga sol, se nos vaya a fastidiar el fin de semana. 

 

Las trágicas consecuencias de los lunes mal planificados. 

 

Estos días, sobre todo los fines de semana, los estoy aprovechando para dar largos paseos y encontrar a personas mientras se disfruta de un picnic. Parece que esta estación, el deporte nacional inglés, es hacer picnic con amigos, solo, en familia, en pareja, con la comunidad, … ¡Da igual con quién! Lo importante es ir al parque y recrearse en la primavera más extraña de nuestras vidas. 

 

A mí, una grande amante de los picnics, me están, sinceramente, empezando a cansar. Las cosas buenas, son buenas cuando las esperas, las deseas y las disfrutas en porciones pequeñas. Todos los días y, a todas horas es, para mi gusto, demasiado. Pero todo sea por tener una vida social y que esta vaya más allá de los libros leídos, las películas lloradas o las imágenes de scroll incesantes en las redes sociales. Es increíble la cantidad de contenido que las personas son capaces de generar sin salir de casa. ¿Antes de la pandemia era igual y es que yo estaba dormida? O, ¿es que he empezado a consumir contenidos de extraños de manera  (in) diferente?

 

Desde que empezó la cuarentena no me he sentido sola en ningún momento. He sido feliz conmigo misma, con mis pensamientos y disfrutando a través de la pantalla de grandes contenidos de calidad. He conocido a personas con las que me imagino yéndome a cenar; he sustituido los vasos de vino o la cerveza con amigos de los viernes, por la tarde en casa sin hacer otra cosa que leer; por el consumir las maravillosas fotos y frases de gente que, desde su nidito, intentaban hacernos más amena la catastrófica situación que se nos ha catapultado encima. 


Éramos eruditos e intelectuales de un mundo desconocido a través de la pantalla


Un mundo en el que hoy, día en el que han abierto las tiendas, la paciencia y el deseo por esperar un nuevo gran post, se han transformado en filas de horas repletas de personas desesperadas por adquirir el último modelo de sneakers. Ilusos de un verano que no será y tirando por la borda los meses de introspección y reflexión. 

 

Observando las fotos de los periódicos, se me antojaban en estas personas miradas animalescas, casi desesperadas; sedientas de consumismo y vacío interior. Mucho vacío interior. Donde el objetivo principal de la jornada era poseer objetos mientras se aburrían y se abandonaban a la pasividad, a la ansiedad y la soledad de espíritu. 

 

Pero todo esto fue ayer. 

 

Hoy, he preferido ignorar la realidad mundana. He preferido seguir asimilando que quiero continuar aprendiendo en vez de dejarme llevar. Me pregunto si después de estos días, tendré tiempo para seguir haciendo esas actividades intelectuales y repletas de calma que, he descubierto, me dan mucha energía. 

 

Sí, echo de menos el cine, dar un paseo entre las obras de arte de los grandes museos de la ciudad y caminar sin rumbo fijo. A veces, por un momento, imagino que el tiempo se detiene en aquellos días en los que llamaba a las puertas de las pequeñas galerías para ver una exposición en la fecha en la que se estaban acabando. La mayoría de las veces me entero tarde de las cosas, pero, curiosamente, llego a tiempo. Echo de menos coger un tren y bajarme en una estación desconocida por el simple hecho de explorar. Echo de menos ver a personas y conversar, largo y tendido, sobre cuánto uno ama y odia esta ciudad a partes iguales. 

 

Hoy, en cambio de todas esas cosas que quizá aprenda a dejar de echar de menos, he pasado un agradable momento en la terraza de mi casa, disfrutando de algunos besos expuestos a ese caluroso sol que ha precedido a la fantástica y pronosticada tormenta de verano. Con rayos y truenos incluidos, con el miedo que derivan, y esa fantasía y belleza que desprender en su paso por los tejados. 

 

Hoy huele a lluvia y a cemento mojado. Huele a tarde en el sofá con un buen libro, quizá una copa de vino, mientras continuo a envolverme en mis pensamientos y en mis deseos más profundos. 

 

 

6.15.2020

LLUVIA. Y DEJAR QUE LLUEVA

Llueve y quiero llorar. Los días de lluvia en la ciudad coinciden con mis días más oscuros, tristes y llenos de nervios. Donde, el estrés y el ansia, se hacen patentes. 

 

El otro día, pensé: ¡Ya está! He escrito un post. ¡Qué bien! 

 

Y, ¿ahora? 

 

Un pequeño grito interno recorrió mi cuerpo. Como si al levantarme de la cama en la que estaba escribiendo, me dispusiera a recoger los pedacitos de un sueño. Un sueño que, al despertar, ya resonaba en mi cabeza como una vieja canción triste, de esas que, sin querer, te marcan. 

 

… bits of a dream …

 

 

Miedo. Era el miedo. Y ni si quiera la lluvia, ni el olor a hierba mojada, calmaba ese sentimiento tan difícil de tolerar. 

 

 

 … i’m composing something while the pieces come together …

 

 

Paralizada de nuevo, entre las cuatro paredes de mi habitación, tenía muy claro que si hace diez años abandoné lo que un día empecé por mero entretenimiento, esta vez, tampoco dejaría de hacerlo. Quizá, años atrás, no tuve la suficiente confianza en mí misma para seguir mi anhelo. Quizá, solo me sorprenda la capacidad que tiene la naturaleza humana para desarrollar una rutina diaria y, la imposibilidad de mi persona para ser constante en algo. Lo único que puedo hacer ahora para llegar a descubrirlo es intentarlo. Ni si quiera tengo la obligación de conseguirlo. 

 

¿Estoy segura de tener ahora miedo?

 

¿Y si lo que me turbase fuera que el miedo me arrastre hasta un sitio al que no estoy segura de llegar? ¿Y si mi deseo es alcanzar ese lugar?


No sé si me explíco. 

 

En medio de esta incertidumbre, sigo dando un paseo por mis pensamientos y, llego a una clara conclusión. La vida me ha enseñado que los caminos no son lineares, y que, si la primera vez desaprovechas una ocasión y está, de nuevo, se vuelve a presentar, no está de más echarle un vistazo y sopesar las posibilidades. Merece la pena descubrir si el sustrato de nuestra vida se encuentre en las segundas oportunidades, en ese revitalizar situaciones latentes, donde encontramos nuestra verdadera esencia y la más pura vocación. 

 

¿Lo quieres intentar?

 

Sí. Pues deja de retorcer la vista hacia otro lado, de contarte mentiras fundacionales, empieza a sonreír hacía fuera y junta todos aquellos pedazos que un día destrozaste para volver a empezar a componer.